Al final de este viaje...





Dos abuelitos sentados en el descanso de la entrada del Hogar de Ancianos San Cayetano, miran el escaso movimiento de Colonia Baranda, un pueblo de casi mil habitantes que subsiste gracias al hogar



El mismo está ubicado a 45 kilómetros de Resistencia, el edificio fue construido en 1955 como una residencia para hijos de leprosos, a quienes de esta forma se preservaba del contagio, por esto la distancia



Hoy alberga a 56 abuelos de escasos recursos, que no pueden ser cuidados por sus familias o simplemente no tienen nadie que los atienda. Los abuelos no sólo provienen de toda la provincia, sino también de Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe.



Sin embargo, a pesar de ser un servicio fundamental dependiente de Desarrollo Social, llegó a ocupar espacios en los medios por denuncias de abandono



. Abuelos desnutridos, olores nauseabundos, falta de higiene, fueron las condiciones en las que su actual director, José René Galazzi, encontró el hogar en febrero de este año, donde diez meses después se respira otro aire.



Al traspasar la puerta del edificio se encuentra una extensa galería interna, con aproximadamente seis mesas en hilera donde, cerca de las 11, la mayoría de los abuelos que todavía se valen por sus propios medios esperaban su almuerzo



«Cuando entrabas era impresionante el olor a orín», describió Galazzi, para dimensionar el estado de la institución, por lo que responsabiliza a la anterior conducción.



Ahora el olor más predominante es el del desinfectante, y los pisos y paredes dan cuenta de la limpieza con su brillo



Encaré el restablecimiento físico y mental de los abuelos», explicó el director al momento que agradeció a todo el personal, consciente de que sin ellos no hubiera logrado sacar adelante el lugar. Se trata de 38 personas de planta y 18 becados, entre mucamos, mantenimiento, lavandería y cocina



«Siempre les digo que esto no es mío ni de ustedes, sino de los abuelos», comentó.



Asimismo, el restablecimiento mencionado pasó fundamentalmente por mejorar la alimentación, ya que llegaron a tener 25 abuelos desnutridos, cinco de ellos con el último grado, según explicó el directivo.



Después de realizar un examen de salud completo a todos los ancianos, para determinar en qué situación se encontraban, establecieron un plan nutricional.



De dos kilos de carne por día pasaron a contar con 8 a 9 kilos, teniendo en cuenta que un mayor necesita 100 gramos diarios.



Limpieza, desinfección y fumigación fueron los pasos siguientes.
Pero el aseo no sólo pasó por el lugar físico, sino también por los abuelos, que lucían sus ropas limpias, sus rostros afeitados y sus cabellos arreglados y prolijos.



En una de las alas del hogar se encuentran los abuelitos con poca movilidad en camas con sábanas limpias y ambiente climatizado



En el sector tiene una piecita María Angélica, de 86 años. «No hay palabras para describir la atención, es divina», asegura mientras esboza una sonrisa que le pierde los ojos entre tantos pliegos.



. Sin embargo, María Angélica cuenta que hace cuatro años vive en el hogar, y que había llegado con 106 kilos y un ataque de tiroides que le imposibilitaba caminar.



Ahora no sólo perdió el exceso de peso gracias a una dieta y tratamiento que le brindaron en San Cayetano, sino que además recuperó su andar.



Tenemos un director que es uno más de la familia», aseguró, agregando además: «Está para todos, no hace ninguna diferencia».



Las actividades de los abuelos comienza temprano con su baño y el desayuno. Su tiempo de esparcimiento y recreación lo dividen entre la TV y la radio, jugar al truco u otros juegos de mesas.



También tienen sesiones de peluquería, donde los afeitan, les cortan las uñas y les arreglan el cabello. Descansan y cuentan con las cuatro comida básicas.



Si bien la situación mejoró para los abuelitos, el director y el personal hacen un solo pedido: que la comunidad se acerque al hogar, ya que hay muchos que no cuentan con el acompañamiento familiar, y sólo les resta sentirse queridos y acompañados por la gente.



«Hay que escucharlos, si uno se hace un tiempo para compartir con ellos, pueden aprender muchas cosas», finalizó Galazzi.























































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