Cuna de Miseria


Detrás de esta entrada se encuentra la miseria. La necesidad que tiene cara de hereje. A los terratenientes les indigna la usurpación y la gente le duele el hambre y la pobreza.



El trabajo es duro en los primeros días, pero escasea el que da la moneda, el que da de comer.



Los niños son la gran mayoría de los habitantes de los asentamientos. Y para ellos es una aventura un juego. La mayor parte de los padres no alcanzan los 30 años y conviven en una casa con dos o tres familias más.

Los últimos 4 asentamientos se formaron en menos de dos meses. Se conforman con una velocidad que asusta y son la comprobación de los peores índices que exhibe la provincia, indigencia, pobreza, desocupación, inseguridad, éxodo rural y seguro, deficiencia habitacional.

Dentro de los asentamientos también se desdibujan los intereses. Muchos aprovechan la movida para llegar primero, quedarse con algunos terrenos y venderlos después a quienes lleguen mas tarde y con verdadera necesidad.
Exhibir la pobreza, y la necesidad, y poner en riesgo la propiedad privada son interpretados como maniobras para desestabilizar al gobierno. Días atrás el propio gobernador Capitanich se refirió al asunto diciendo que existe una “mano negra” detrás de los mismos.
Las estadísticas que maneja la municipalidad, existen 80 asentamientos en Resistencia habitados por 7500 familias, que comprenden a 30.500 personas y representan el 10% de la población


Según pública el diario Norte el martes 12 de febrero del 2008, 5 mil personas habitan en los asentamientos, solamente en los 5 más recientes. Viven en condiciones infrahumanas, sin los servicios más básicos. Sin agua, ni luz, sin techo ni paredes, ni hablar de un baño.
Para el 5 de junio del 2007 cerca de 300 familias llegaron a los terrenos del Ferrocarril y comenzaron a asentarse. Dos meses después solo 10 familias quedaron en el lugar y un nuevo asentamiento se formaba, el de la Rubita. En los últimos meses el Campo Zampa fue el puntapié inicial para la formación de 5 asentamientos mas.

Se agrupan, se organizan y al caer la noche avanzan cual Malón sobre pedazos de tierra desabitadas, desocupadas, invadidas de yuyos y arbustos. Como hormigas empiezan el trabajo, delimitan los terrenos con tanzas de nylon o alambres. A fuerza de machete combaten con las hostiles plantas. Algunos palos, alguna lona, o un par de chapas, solo eso hace falta para dar vida a un asentamiento.






























































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